02 febrero 2014

EL CID: UN MERCENARIO CONVERTIDO EN PRÍNCIPE

Desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI, convertido en mercenario a las órdenes del mejor postor y aliado del príncipe de la Taifa de Zaragoza, al-Muqtamid, Rodrigo regresó a la corte castellana para apoyar a su rey contra los almorávides. Pero Alfonso VI lo vuelve a desterrar. Y Rodrigo decide conquistar Valencia para sí.
En este segundo y último post de El Cid, contaremos desde su reconciliación con Alfonso VI hasta su muerte.
 

En 1086, Rodrigo Díaz, desterrado de Castilla desde hacía cinco años y mercenario a las órdenes de los reyes de la taifa de Zaragoza, es llamado a la corte de su antiguo rey y señor, Alfonso VI, que lo necesitaba para luchar contra los almorávides que venían de al-Andalus, con lo que se produjo una reconciliación entre ambos. El punto de inflexión lo supuso la derrota de los castellanos frente a Yusuf ibn Tasufin, emir de los almorávides, en Sagrajas (Badajoz). 
Por entonces, Rodrigo ya era un hombre poderoso, adinerado y considerado uno de los mejores guerreros de la península, al que el rey ofreció como pago por sus servicios el derecho a todas las tierras y castillos que ganara en el levante luchando bajo sus órdenes. Sin duda, este aliciente monetario alentó a Rodrigo a ayudar a un rey al que no defraudó, consiguiendo ahuyentar a los almorávides de Valencia, en la misión encomendada por Alfonso VI. Es el primer contacto de Rodrigo Díaz con Valencia y algo que nunca olvidará.
Ruta que siguió Rodrigo a su salida de Burgos
Fuente: Historia National Geographic nº 65
Esta situación de armonía con Alfonso VI duró apenas dos años, durante los cuales Rodrigo estaba intentando reorganizar el levante español a su conveniencia. Tras haber llegado a un acuerdo con al-Qadir, el señor de Valencia, que le pagaría una cuantiosa cantidad a cambio de protección, Rodrigo se instaló a las afueras de la ciudad, en concreto en el arrabal de la Alcudia, ubicado frente al puente de Serranos. Era su cuartel general, desde donde dirigía y organizaba las incursiones a zonas aledañas y contabilizaba los grandes beneficios obtenidos con el botín.
En el año 1088, Yusuf ibn Tasufin regresó a la península, con la intención de reparar la derrota sufrida, y se dirigió hacia uno de los lugares más estratégicos: el castillo de Aledo en Murcia, desde el cual García Jiménez organizaba ataques contra Granada y Alicante. Rodrigo es llamado a ayudar en Aledo, pero no llegó a reunirse con el ejército que Alfonso VI había enviado para defender la plaza. Si no llegó a tiempo por algún malentendido o si hizo oídos sordos a la petición de ayuda no importa demasiado. El caso es que Rodrigo fue condenado, de nuevo, al destierro, esta vez desposeído de sus heredades y privilegios.
Rodrigo decidió quedarse en Valencia haciendo lo que mejor sabía hacer: prestar sus servicios militares a cambio de suculentos tributos, esta vez a título personal. Se convierte en el protector de la zona levantina, desde Tortosa hasta Orihuela, luchando con sus anteriores aliados, tanto cristianos como musulmanes. Es en estos años, desde 1088 hasta 1092, cuando se calcula que los ingresos anuales de Rodrigo por la prestación de sus servicios eran de unos 150.000 dinares, cantidad mayor que la obtenida por el propio rey castellano Alfonso VI.
Los almorávides que venían de África eran unas tribus de reciente islamización, con convicciones religiosas estrictas y conservadoras, y que se presentaban también como enemigos de los musulmanes que vivían en la península, de pensamiento más progresista.
Estas ideas más conservadoras llegaron también a Valencia, que se rebeló contra su gobernante al-Qadir y contra el protectorado de Rodrigo, por lo que en 1092 éste decide hacerse con el control de la ciudad, por la que luchó durante casi dos años. Primero ordenó el saqueo y el asolamiento de los campos; después la destrucción de los arrabales pegados a la muralla; y por último, la sometió a un largo y penoso asedio.
El 15 de junio de 1094, Valencia se rindió y Rodrigo entró en la ciudad autoproclamándose soberano absoluto y único.
Casi a continuación, se conoció la noticia de que un ejército almorávide, bajo las órdenes de un sobrino de Yusuf inb Tasufin, se acercaba a la ciudad. Las tropas almorávides llegaron a las cercanías de Valencia en octubre de 1094 y tan solo una semana después del asedio, Rodrigo los venció en Quart, acabando, de esta forma, con los nueve años de dominio militar almorávide en la península.
Batalla de Quart
No fue la única vez que se enfrentó a ellos. Tres años más tarde, en 1097, los venció en Bairén (Gandía). Y también en Sagunto y Almenara, conformando para sí un importante principado.
Según las fuentes musulmanas, Rodrigo Díaz era un adversario poderoso y cruel. En dos obras casi contemporáneas al Cid, la del valenciano Ibn Alqama y la del lisboeta Ibn Bassam, Rodrigo aparece como un nefasto príncipe extorsionador de musulmanes, cuyos actos están guiados por la codicia y la crueldad. Una muestra de ello fue la ejecución de Ibn Yahhaf, el cadí de Valencia, que fue apedreado, según Ibn Alqama, y quemado, según Ibn Idari. Quizá esta muerte cruel la ordenara porque Ibn Yahhaf había sido quien asesinara al anterior gobernante, al-Qadir, aliado de Rodrigo.
Sin embargo, también está lejos de ser el ideal cruzado que se le atribuye en el Cantar. Era, ante todo, el señor de un principado islámico y, como tal, mantuvo la legalidad coránica estricta para sus súbditos musulmanes. Fue un principado islámico bajo soberanía de un príncipe cristiano. Sí que convirtió la mezquita mayor de Valencia en Catedral y nombró un obispo, pero ello constituyó más un acto de afirmación política que de beligerancia religiosa.
Firma de Rodrigo Díaz en documento que dota a la Catedral de Valencia
También mantuvo las propiedades privadas, según Ibn Alqama, que recoge unas supuestas palabras de Rodrigo: “Desde hoy, cada uno de vosotros vaya a sus heredades y poséalas como solía”.
Conciliación y respeto por la religión y la propiedad privada afianzaron el poder de Rodrigo sobre su recién estrenado principado.
Cabe la posibilidad que fuera de esta época el sobrenombre de El Cid. Este apelativo vendría del árabe al-sayyid (el señor), que debieron utilizar los soldados musulmanes bajo sus órdenes, aunque no se tiene constancia de que en su época se le llamara así.
El Cid tuvo tres hijos de Jimena: Diego, María y Cristina. Diego murió en Consuegra luchando contra los almorávides. María se casó con Ramón Berenguer III, conde de Barcelona. Cristina se casó con el infante Ramiro Sánchez de Navarra y en 1134 el hijo de ambos, García Ramírez, fue elegido rey de Navarra a la muerte de Alfonso el Batallador.
Cuando todo parecía controlado en la península, en julio de 1099 murió Rodrigo en Valencia. Según el Cantar de Mio Cid, durante una batalla en la que resultó herido, batalla que venció incluso muerto, causando el temor entre sus enemigos, sin duda la última licencia poética del autor.
La realidad fue que se le enterró en la Catedral de Valencia con la pompa principesca requerida y tras su muerte, Jimena gobernó Valencia hasta que la amenaza almorávide obligó a evacuar la ciudad en 1102. Entonces, marchó a Castilla con los restos de su esposo, que enterró en el monasterio de San Pedro de Cardeña y vivió cerca del mismo.
Cuando murió el guerrero nació la leyenda. Leyenda que se agrandó con los años, hasta llegar a ser un mito de nuestra historia.
Bibliografía:
Alberto Reche, El Cid: La conquista de Valencia. Historia National Geographic nº88
Francisco Javier Peña Pérez, El Cid Campeador: Soldado, vasallo y príncipe. Historia National Geographic nº28
Francisco Javier Peña Pérez, El Cid, héroe de frontera. Historia National Geographic nº65
El patronímico castellano en “ez”: http://www.heraldaria.com/apellidos.php#12
Los apellidos españoles:
Esta vez no he consultado la wikipedia, pero por si alguien tiene curiosidad, dejo aquí el enlace directo: http://es.wikipedia.org/wiki/Rodrigo_D%C3%ADaz_de_Vivar
Y para los amantes de la literatura clásica, en la página web del “Camino del Cid” tenéis el cantar actualizado:
Por cierto, el Camino del Cid es una ruta de senderismo que, al igual que en el Camino de Santiago, te la sellan en los lugares por donde pasas.
 

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